Tembló otra vez

La fuerza de la Naturaleza volvió a imponerse con severas consecuencias y repercusiones en la vida de una cantidad considerable de mexicanos. 
Sismos de gran dimensión con pocos días de diferencia uno del otro, y como si la fatalidad tuviera un extraño interés de restregarlo en nuestra memoria, justo treinta y dos años más tarde del nefasto 19 de septiembre, la tierra volvió a sacudir nuestra consciencia.

En aquella mañana inusitada de 1985, me tocó sentir un movimiento eterno de casi dos largos minutos, mientras me encontraba ya atendiendo a mi primera clase de Metodología de investigación en bachillerato. Sin existir un protocolo de cómo actuar se nos negó la posibilidad de abandonar el salón de clases. Cuando tuve que moverme a otra banca ante el ruido de la rotura de algunos vidrios además del crujir de los muros como advertencia, noté que no podía mantenerme en pie sin dejar de afianzarme al mobiliario, por la intensidad del evento.
La forma en que se movió la tierra me hizo pensar en los últimos segundos que el piso bajo mis pies al igual que techo sobre mi cabeza, colapsarían al fin. Dejé de rezar, y por espacio de los últimos eternos veinte segundos mi mente se fue en negro, al percibir un cambio en el movimiento en sentido vertical, recuerdo que así lo vi todo, negro.

Cuando el tiempo volvió a caminar, al menos para mí, agradecida de que aquel viejo pero bien macizo edificio me mantuviera segura a pesar de estar ubicado en la esquina de Reforma e Insurgentes, en plena zona de desastre, y después de advertir mínimas grietas y algunos cristales rotos, observé por la ventana.
El polvo que se levantaba por el daño que aquella sentencia ocasionó en decenas de miles de edificios, me desconcertó al no tener la capacidad de entender de dónde venía lo que primero pensé que era una humareda, muy poco factible al estar sembrada en tantas columnas de los diferentes edificios que podían apreciarse en el área.

El reflejo de una sociedad consternada volcándose en ayudar a cualquiera que necesitara de su ayuda también se replicó tres décadas más tarde, sólo que hoy, me parece que con mucha más consciencia por el desafortunado referente con que muchos contamos.


Siempre he pensado que si estuviéramos realmente conscientes del impacto que causamos en los demás, tal vez buscaríamos con ahínco ser mejores personas. Hoy más que nunca puedo caracterizar esa frase con la actuación de la mayoría de los mexicanos al ver cómo cada uno de todos nosotros, nos hemos volcado a ayudar en la mejor forma posible a aquellos que han perdido un poco, mucho o todo delante de una sentencia que nuestra tierra reescribió en la misma fecha, pero treinta y dos años más tarde.

Si bien ante la consciencia de la necesidad más evidente de todas las víctimas afectadas de una u otra forma, asumimos un rol activo de apoyo incansable, habría que reflexionar un poco para darnos cuenta de que los temblores en la vida de todos se presentan a diario, sacudiendo sus vidas, nuestras vidas, arrebatando poco, mucho o todo de los proyectos de vida, oportunidades y necesidades, aunque cuando los estragos no son tan evidentes ni siquiera volteamos a verlos.

La respuesta al ¿Para qué? Bajo estas circunstancias, está cobrando gran sentido y significado, porque hemos tenido que volver a vivir esta historia para aprender una lección que en el 85 después de algunos meses se olvidó. El esfuerzo para ayudar a los que más lo necesitan debe ser sostenido, hoy se llaman: sobrevivientes y damnificados, pueden ser tus vecinos, amigos, familiares o desconocidos, mañana pueden llamarse: desempleados, desamparados, enfermos, huérfanos, deprimidos, desesperados, indigentes, olvidados, marginados…pueden ser tus vecinos, amigos, familiares o desconocidos, y seguirán necesitando de tu ayuda, aunque no sea tan evidente ya.
En la vida de todos ocurren réplicas de temblores que sacuden nuestro mundo constantemente y sólo gracias a una sonrisa amiga que nos tiende la mano sea en una cara familiar o desconocida, es que nos sentimos capaces de mantenernos en pie para volver a poner un sueño en la mira.

Ahora que estás realmente consciente de cuánto impacto has causado en los demás, tengo la certeza de que ya eres una mejor persona y buscarás con ahínco el continuar siéndolo. 

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