La calaverita de Café Toscana
Ya venía la
huesuda, catrina elegante y con finura, dispuesta a llevarse a los clientes que
tomaban café y platicaban con soltura. Soñaban sueños impresionantes que la
muerte no podía atreverse a negarles.
Les observaba
y les guiñaba, distrayendo su mirada, para ofrecerles un descanso eterno con la
muerte asegurada. Ninguno se inmutaba, con espresso, latte y macchiato, cada
cliente atesoraba, sorbo a sorbo su bebida tan preciada que cual elixir
revelaba, la grandeza de cada sueño que les esperaba.
No había caso
para la flaca, que se mostró desilusionada. Ningún cliente se inmutó, cuando
ella con su voz les llamó, no había tiempo para morir cuando para cumplir un
sueño se ha de vivir.
Muy resignada
se dirigió a la barra, y después de tomar un espresso, se acordó de todo eso,
que soñaba cuando la vida le acompañaba.
Entonces
marchó alborotada a recordar su futuro, pues de eso se trataba, que al
acariciar sus sueños hasta la muerte revivió y en lo más profundo de sus huesos
su propia alma recuperó.
Hoy se cerró
el Café Toscana para los clientes vivos, porque el café con una rebanada de pay
de manzana, va por cuenta de la casa para ciertos amigos.
Son los que
acompañan a la calaca que regresó con una sonrisa bien marcada, los que se manifiestan
ante la ofrenda, y de pay de mermelada se llevan una buena tajada.
Muy contentos
los muertitos después de saciar su apetito, ya se volverán a su mundo recordando
también sus sueños más profundos.
Pero sin
acelerar la charla, antes con un buen café, Don Juan e hijo, la señora María y
don Manuel juntito, se han sentado con Susana para platicar y remembrar, por lo
menos un ratito, de los buenos tiempos cuando en vida se encontraban y mucho
cariño a ella le daban.
Ya darán las
doce y se marcharán, teniendo otro año que esperar, para que vuelvan a venir a
conversar, pero mientras tanto en ese altar que late con recuerdos y sueños, su
memoria será imposible de olvidar.
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