Qué tal si escuchas "Sonidos bajo el agua"


Al escribir, respondo a mis impulsos, a la inspiración del momento, a los eventos y circunstancias que influyen la razón y el sentir, así que al final, aunque bastante pueda uno hacer por dirigir sus escritos, también es cierto que la influencia del entorno, del recuerdo, de la proyección personal o la que tomamos prestada de otros personajes con los que convivimos, marca una pauta fundamental en la historia.

Cuando escribí mi primer novela, que habla incansablemente de los sueños, estaba conectada con una parte inconsciente de mí, que no tenía bien identificada de modo consciente, esto es, como si la voz interna se hubiera apropiado de mis dedos para teclear de modo intensivo, en un periodo inesperadamente corto para una neófita escritora (poco más de dos meses), una serie de declaraciones que buscaban encontrar coherencia en una historia ficticia, que al pasar de los meses, se volvió un poco parecida a la realidad –cabe aclarar que sólo en ciertos aspectos–.

¿Me habré acordado de mi futuro? Creo que sí, porque recordar el futuro a través de la lectura de una taza de turco, era una de las premisas que sustentan la historia desde sus inicios.

De Café Toscana ya he hablado mucho, las cuatro ediciones publicadas y casi agotadas en su totalidad a través de estos años, y el que siga desplazándose a través de los canales de venta, aún limitados, a través de AMAZON o en las pestañas de venta en línea deeste blog y la tienda de @SusanaSilvaAutora en FB, también refleja que ustedes han hablado de ella, pero poco hemos comentado sobre Sonidos bajo el agua.

No sé por qué, pero siempre es más fácil hablar de sentimientos positivos que de negativos. 
Recuerdo que cuando tuve la oportunidad de atender las entrevistas en medios, cuando la obra se publicó y me encontraba más activa en ellos, no me resultaba tan fácil hablar sobre de qué trataba, a diferencia de cuando me tocó hacerlo de mi novela anterior. Pareciera que estamos acostumbrados a tragarnos los sentimientos oscuros, esos que por fuerza de quedarse dentro de nuestro organismo acaban intoxicándonos, desarrollando en las entrañas una sensación que en muchas ocasiones nos lleva al borde.

Para mí, la escritura ha sido no sólo un viaje increíble al ser favorecida con el interés de su atenta lectura, sino una jornada introspectiva altamente terapéutica, en donde he podido descubrir diferentes aristas de los sentimientos menos afortunados. Dotar a los personajes con lo que a uno le sobra, para buscar lo que a uno le falta o pretende conquistar, es un ejercicio maravilloso.

Aunque el desplazamiento comercial de Sonidos bajo el agua en su primera edición fue considerablemente mejor que el de Café Toscana, las impresiones recibidas fueron muy diferentes, no hubo una reafirmación empática con Karen, el personaje secundario de Café Toscana que trasciende hasta esta historia para contarnos su complicada y tortuosa vida. Aquí entre nos, incluso hubo quienes criticaron fuertemente la conducta de Karen al recurrir al abandono, que responde a un estado abrumador de dolor que la lleva al borde del suicidio y de la locura.


Desde la crítica literaria, en cuanto a la evolución de mis capacidades en el oficio, recibí elogios, refiriéndose a Sonidos bajo el agua como una obra de gran calidad y complejidad editorial, en la que se consolidaba un estilo narrativo personal, lo cual me llenó de orgullo.
También les comparto que el misticismo conferido a uno de los personajes centrales de la novela, Anna, una paciente esquizofrénica que enlaza a los personajes clave de la historia marcados misteriosamente por trágicos eventos relacionados con el agua, responde a una genuina inquietud personal acerca de ese mundo en el que los que parecen perdidos en la locura, quizá pueden estar sumergidos en una dimensión difícil de entender para los que nos calificamos como “cuerdos”, alrededor de ellos, de su inocencia y falta de malicia.
Las alucinaciones, un síntoma persistente de esta triste enfermedad mental, lo son también de otra enfermedad de deterioro cognitivo, del maldito Alzheimer. Mi padre lo padeció, y recuerdo con tristeza cuando él me relató, en un momento de perfecta lucidez, lo reales que le parecían las alucinaciones cuando se le manifestaban, provocándole alterarse y actuar de cierto modo en congruencia, que al final, quien sabe a consecuencia de qué, en un momento determinado acababan por desvanecerse, presentándole una cruda y bochornosa realidad, en la que la vergüenza de reconocer la malinterpretación, le ocasionaba gran pesar.
Esa novela empecé a escribirla cuando se terminó mi matrimonio, admito que fueron años oscuros plagados de tristeza y de mis esfuerzos por reencontrar la paz y el equilibrio, todo ello está reflejado en la historia. El dolor, el pensamiento destructivo y al final la resiliencia, son pilares en la trama, un cuadro del cual me alegra haberme movido desde hace mucho tiempo.
Y lo terapéutico del caso, es cómo al releer las palabras, me reencuentro con ese camino andado, con la posibilidad de utilizar, a través de las herramientas desarrolladas, cada uno de esos sentimientos en mayor o menor medida, aunque en el presente, sólo con fines dramáticos del desarrollo del mundo y entorno de mis personajes en las nuevas obras.
Sonidos bajo el agua, es una novela que habla de amor, dolor y conjuga el suspenso en tiempos paralelos,  habrá que escoger el momento para leerla con las advertencias que ya les he compartido, habrá que embarcarse apostando toda la atención a cada uno de los diálogos de sus personajes que hablan siempre en primera voz, lo cual brinda ese ingrediente retador para el lector que gusta de abstraerse por completo del entorno para sumergirse de lleno en la trama, obteniendo con la complejidad de esta estructura la recompensa del conocimiento de los secretos que cada personaje conoce, contados desde su perspectiva y lenguaje.

Les dejo entonces mis Sonidos, los que retumbaban llenos de dolor en momentos menos afortunados de mi realidad, los que se escribieron de modo intermitente a través de un naufragio que duró alrededor de cinco años, hasta que llegó su publicación, después de un desafortunado divorcio, del fallecimiento de mi padre, de la pérdida amorosa de un romance que no pudo ser porque a veces las distancias son más grandes de lo que parecen, y después de adquirir tantos benditos aprendizajes de resiliencia que se han convertido en un gran motor de vida.  


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