La sopa de granos de café


De la serie "Historias de café para pensar el rato" hoy les traigo una receta buenísima, la de "La sopa de granos de café", inspirada en un viejo cuento que mi autora les leía a sus hijos cuando eran pequeños.

El espíritu de esta historia se reencuentra con las reflexiones por las que hemos transitado en estos días que nos han obligado a mirar desde adentro del cristal del aparador, en el que un inusitado trueque de mercancías se vuelve la mejor idea para brindar apoyo a la comunidad.

Empecemos a preparar nuestra propia receta, los ingredientes dependerán de los distintos recursos y posibilidades pero el resultado será invariablemente delicioso.



La sopa de granos de café

 La cafetería “Luna” llevaba más de cuarenta años establecida en una calle poco transitada, no obstante la operación diaria de su tostadora de café, se encargaba de atraer con el magnífico aroma despedido por el tueste de aquellos estupendos granos, a muchos clientes que desafortunadamente habían ido decreciendo a últimas fechas debido al incremento de la competencia de las grandes franquicias lo cual hacía cada vez más difícil mantener en pie el establecimiento.

Aquel negocio había brindado sustento a la familia de Beatriz y Tobías, sus fundadores, por lo que cada uno de sus hijos y después sus nietos, empeñaron parte de sus años de estudiantes como una tradición de agradecimiento para los abuelos.

Betty, la nieta más pequeña,  residía en la casa de los abuelos, ubicada en la parte superior del inmueble, debido a la atención de sus estudios universitarios en la Ciudad de México, y a que sus padres radicaban en provincia. Cuando se decretó el estado de contingencia, a Betty no le quedó ninguna duda de que debía quedarse al lado de sus abuelos.

—¿Estás segura? Trataba de convencerla su madre¿No sería mejor que regresaras a casa?

—No mamá, ellos me necesitan aquí, la situación es bastante complicada, no podría abandonarlos ahora.

Betty estaba bien consciente de que el gran corazón de sus abuelos de alguno u otro modo les había llevado hasta el sitio en el que se encontraba su negocio, casi quebrado, la única ventaja era que no tenían que pagar una renta, y que todo el equipo estaba ya más que depreciado, pero por lo mismo, cuando se averiaba, representaba un fuerte gasto.

—Abuelita, tenemos que dejar ir a los empleados. Ya no hay dinero para pagarles.

—No, esa gente lleva conmigo muchos años y necesita comer.

—Ustedes también abue, ya te enseñé las cuentas y pintan fatal —hizo una pausa—¿Lo que huelo es café? —exclamó al advertir el intenso aroma que se desprendía de la tostadora.

Café, Tostado, Tostador, Negro, Granos, Coffee Break

—Abuelita ¿no entiendes que tenemos que cerrar? —le insistió con cierta ansiedad— Es que me preocupa que no estén conscientes de la gravedad del caso.

—Bien que lo entendemos y por eso se nos ocurrió una idea a tu abuelo y a mí.

—¿Qué clase de idea, tostar café cuando no hay nadie que lo compre? —insistió molesta.

—Ese aroma nos va ayudar a atraer a la gente, como siempre lo ha hecho.

—No entiendo nada.

—Sopa de piedra, hijita.

—¿Qué? Ay, abue, ¿qué dices?

—¿Te acuerdas del cuento que te leía cuando eras chiquita?

—Claro que sí, pero ¿qué tiene que ver con todo esto?

—Mira hija —le dijo, al bajar las escaleras, mientras seguían la ruta del aroma de aquellos espléndidos granos—. En aquella historia, un niño en desventaja con la única posesión de una olla y unas cuantas piedras, fue recolectando en sus visitas por el pueblo, en cada una de las casas en las que se aparecía, legumbres, vegetales, sal, especias y hasta un poco de carne, formando así al final, con el uso de una buena fogata, una olla llena de un delicioso y sustancioso caldo, que se convirtió en la receta de la sopa de piedra.

—Sí abuela, me acuerdo bien de todo, pero insisto, qué tiene que ver eso con tu idea, y con que el abuelo esté tostando café —agregó insistente.

Cuando llegaron al piso inferior, la nieta escéptica, observó la manta que habían colocado sus abuelos en la vidriera. Afuera, se encontraban algunas personas, quizás atraídas por el aroma del café, con el cubrebocas en el rostro y tareas impostergables sobre su espalda, la calle estaba más vacía que nunca pero era evidente que muchos héroes en silencio seguían caminando a distancia de los demás, para hacer los trabajos que mantenían latiendo al pulso de la ciudad.

—¿Qué dice la manta, abuela?

—Lo mismo que las hojas que se están llevando cada uno de los que pasan —le contestó para luego leerle las líneas:

—"Sopa de granos de café

Vecinos y amigos, todos estamos en necesidad en este momento, a unos nos hace falta lo que les sobra a otros. Hoy nosotros estamos escasos de fondos, pero como siempre, tenemos muchos granos de café, que mi Tobías, tuesta personalmente desde hace años.

No podemos atenderlos como siempre, pero ya que lo único que tenemos son granos de café, vamos a dejar los paquetes en la entrada, si ustedes los necesitan, llévenlos, ojalá puedan dejar algo a cambio, sea lo que sea se los agradeceremos mucho. Esta es la receta para hacer la sopa de granos de café, no olviden compartirla para que todos disfruten de ella".

—Abuelita ¿en serio crees que funcione?

—Y por qué no va a funcionar, mira, allí está la prueba.

Junto a la caja de paquetes de café, se encontraba otra, en ella, los que pasaban iban depositando algo de dinero o víveres, incluso vales que ofrecían alguna cantidad o pago en especie para otro mejor momento.

Así continuó el flujo de transeúntes que se detenía a tomar un paquete y dejar algo a cambio. Los que iban conociendo la receta, la compartieron, la prepararon y entendieron que la mejor forma para enfrentar aquella crisis aún en medio de la distancia física, era unirse con los corazones.

Betty aprendió mucho de la gran lección que un par de ancianos quebrados con las manos llenas de café le estaban dando a ella y todos los vecinos, el gran corazón de sus abuelos no llevaría su negocio a la ruina sino que lo mantendría a flote como siempre lo había hecho, aún después de que aquel difícil periodo transcurriera, porque ninguna persona es una isla, mucho menos cuando cuenta con una sopa de granos de café.  


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