El juego de la vida

Entre silencios y cavilaciones hemos andado estos días; con la incertidumbre que cuando carece de esperanza se vuelve un peso muerto que oprime nuestras circunstancias, con cierta angustia que a mí se me acumula en la garganta. A algunos la desesperanza les duele en el corazón, en la cabeza o en las entrañas, aunque a mí se me presenta siempre como un nudo en la garganta.

No estamos ni en la recta final para resolver los más recientes acontecimientos, apenas vislumbrando una rendija de solución, pero ahogados en el egoísmo nos hemos vuelto impertinentes queriendo volver a vivir como lo hacíamos antes. No es de extrañarse, estamos tan poco acostumbrados al cambio que nos resistimos a redescubrir alternativas, es más fácil pensar que podemos "intentar" seguir haciéndolo todo como antes.

No nos gusta que nuestra vida cambie por el simple hecho de que ha dejado de ser como era ayer, sin importar lo que aquello pudiera significar o siquiera si tampoco entonces estábamos complacidos con el resultado. Nos devasta sucumbir ante los retos de cada una de las "jugarretas" que nos ha ido plantando el presente, ¿será porque no queremos aprender a jugar con él? 

Y si de juegos de azar hemos de hablar, aprovecho para compartir que hoy me quedé pensando en que la vida no es más que un juego, en el que existen reglas, recursos y objetivos, con tantos jugadores como los que somos y en donde los dados son echados por el destino.

Jugar el juego de la vida es a lo vinimos a este mundo, para aprender de lo que se puede y entender que a veces sólo es cuestión de suerte. 

Porque algunos siempre se llevan las mejores cartas o adquieren las mejores propiedades en el monopolio para allegarse de la mayor cantidad de recursos. También hay que elogiar la destreza, porque hay jugadores que con maestría ejecutan las mejores jugadas de ajedrez o tienen la capacidad para colocar las fichas del dominó ganando la mayoría de las partidas. 

Igual que en los juegos de mesa, hay buenos y malos perdedores como ganadores, la actitud de unos y otros es justamente lo que nos distingue de unos y de otros. 

Ante todo, deberíamos entender que en el juego de la vida lo que importa es divertirnos, superar los retos que nos trae cada partida, porque sí, en eso consiste el juego de la vida: en jugarlo una y otra vez. En aprender de los que ganan y de los que pierden también, en recobrar la inocencia e ingenuidad de la infancia cuando nos apasionaba jugar cualquier juego, mejor aún si era nuevo. 

La vida es ganar a veces y perder otras. La vida es perder el equilibrio para caer y aprender a levantarnos, por eso a veces nos hace falta perder un poco la razón para recuperarla y sabernos vulnerables para pedir ayuda, igual que hacernos fuertes para brindarla.

Tal vez en este juego haya a veces que ceder para que gane alguien más, así ganamos todos un poco, así recuperamos todos la esperanza pensando que en la siguiente partida podemos ser los ganadores, eso sí, sin dejar de entender que al margen del resultado lo importante es divertirse en cada mano.



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