Domingos de hot-cakes (pancakes, panqueques, tortitas, etc.)


Estas deliciosas tortitas esponjadas, hechas con ingredientes tan básicos como harina, mantequilla, huevo y leche, suelen convertirse en una de las delicias más entrañables en mi casa. Desde mis recuerdos de la infancia veo a mamá que nos los preparaba en domingo, yo me apuntaba para ayudarle, bajo la consigna de mezclar con suavidad hasta que los grumos fueran eliminados en su totalidad, lentamente.
Tal vez, el tiempo que demandaba para servirle a la familia de seis que éramos, con las pausas que se requiere y el tiempo de cocción lento para dorar y cocer a la perfección, lo encontraba mi madre sólo en los domingos. Un poco de mantequilla y miel de abeja encima, remataban el placer y lujo de disfrutarlos con un vaso de leche fría.

Más tarde, al ir creciendo, llegué a prepararlos para mis primos más pequeños, cuando se quedaban a dormir y yo les consentía. La tradición se quedó, justo en domingo, los seguí preparando yo para mi familia, si hasta la anécdota tengo, de cuando en un restaurante al preguntar la orden la mesera quedó profundamente conmovida al escuchar de la voz de mi bebé (que no alcanzaba ni los dos años), en su sillita alta pidiendo: “joqueins”.

Sí, los hot-cakes, servidos en la cocina de mi infancia, codo con codo con mis otras tres hermanas, peleando por cada pieza esponjada y humeante que salía del sartén de mi mamá, o en la mesa improvisada en el jardín de mi casa con la mudanza temporal de los platos, miel, café y etc., para disfrutar del frescor matutino, o de modo regular en el desayunador de la cocina, la mayoría de los domingos, son una delicia revestida de la paz y el gusto que representa el tomarse esa pausa dominical para prepararlos como se deben, con calma.
Curiosamente, en estos días de cuarentena, he respirado la calma de los domingos en la casa, aunque de lunes a sábado también, al encontrarnos en ese bendito espacio que nos brinda la paz que alberga el hogar, la familia, los recuerdos y la comida casera.
El momento de bebernos esa paz llegó por fuerza, el disfrutarla, sea cuarentena o no, es un lección por aprender, qué mejor si es con un par de hot-cakes ligeros, calentitos, cubiertos de mantequilla y miel que son absorbidas muy, pero muy lentamente, sí, con calma.    

 

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