Reeducarnos en la humanidad

Apenas dos semanas después de atender al llamado del movimiento de un día sin mujeres, en el que todas aceptamos enclaustrarnos para hacer evidente el sentido de nuestra ausencia, hoy nos debemos unir todos en un confinamiento voluntario porque parece que el mundo se nos está desmoronando.

El pretexto, por llamarle así a esta pandemia ocasionada por el Covid 19, nos ha obligado a una reclusión a muchos, a los que podemos agradecer el darnos además el lujo de hacerlo, el propósito tal vez, además de evitar el contagio y su propagación, sea el tomarnos un tiempo para meditar.

Ante esta arrasadora situación, se nos olvidó el boicot en contra de los envases plásticos, que siguen resultando indudablemente de las mejores y más eficientes soluciones para mantener a los productos con los estándares de higiene necesarios (sin contar que su producción consume 40% menos energía que fabricar papel, o que genera 80% menos residuos sólidos que aquél y por lo mismo, por lo liviano, su transportación ahorra en el combustible empleado en la distribución, además, su uso no implica la deforestación), aunque lo único que no puede hacer el plástico por sí mismo es reutilizarse, reciclarse o evitar ser arrojado al mar para contaminar y condenar a las especies marinas, porque de eso nos encargamos nosotros.

La prohibición en el uso de desechables en este momento se ha olvidado, en las cafeterías de las más reconocidas marcas, que aún se encuentran abiertas, se ha vuelto al uso de éstos para evitar contaminación con los termos o envases reutilizables que tanto hoy como en días pasados, sólo cada usuario sabría si habían sido correctamente lavados o no.  Que lo mejor solía ser tomar el café con calma y en taza de porcelana, la típica presentación que una cafetería debería ofrecer para poner en nuestras manos una buena extracción de café. Sólo que parece que es mejor ahorrarse el sueldo de un lava-trastes y en ese caso, el uso de desechables se vuelve un abuso y no la solución alternativa para un cliente con prisa, porque todos la tenemos.  

Se nos sigue olvidando estornudar cubriendo con el antebrazo el rostro, si hasta nos  da un poco de risa que no puede ser más que nerviosa, el descuido. Somos inconscientes y aunque estamos temerosos y llenos de incertidumbre, decimos, qué va, no importa, no tengo el coronavirus. Pero cualquier bacteria, cualquier otro virus sí que podemos tenerlo, pero no es importante tener la decencia de no irlo esparciendo por allí, haya o no contingencia. También  se me ocurre el humo del cigarro que tanto molesta a los no fumadores, que si bien las medidas regulatorias han disminuido el problema en una gran medida, aún siguen existiendo lugares en donde a los que fuman les importa un bledo arrojar el aire a los que están a un lado, porque resulta que allí sí está permitido fumar.

Creo que esta pausa debería servir para tomarnos el tiempo de repensar por qué hacemos lo que hacemos y en base a qué actuamos, nos dejamos llevar por las tendencias y no por la información sólida, actuamos desconsideradamente a menos que se nos concientice de hacer lo contrario, tal vez sea en eso en lo que debamos reflexionar, en los rasgos de humanidad que apenas le quedan a nuestra clase. 
En el supermercado arrasamos con productos de más dejando a otros con menos, o sin ellos, y además nos encanta crear polémica publicando las imágenes del desabasto para continuar fomentando la alarma en la sociedad —y qué tal un poquito más de likes en las redes—, cuando lo que nos hace falta en realidad es la calma.

Sigo filosofando en torno a lo que este llamado mundial significa ¿acaso tendrá que ver con el propósito mismo que un día sin mujeres perseguía? Tal vez la Madre Naturaleza está gritando para hacer el mismo llamado, que al igual que en el movimiento #9M lo que se buscaba era tomar consciencia y acción, lo que nos remite a la fuente de todo: a la educación, a nuestra forma de actuar en base a nuestros códigos morales, para nosotros mismos, para nuestra familia y para la sociedad del mundo entero.
Será que en este periodo de cuarentena, al vernos forzados a hacer lo que ya no hacíamos antes, como leer, escuchar música, hablar (con la debida distancia y por teléfono de preferencia), comer en casa, revisitar los espacios bajo nuestro techo a veces tan poco frecuentados por nuestra constante y demandante actividad o estar en familia, seamos capaces de contactar nuevamente con esa parte tan sensible de nuestro interior, con el alma, en donde tenemos depositada y tal vez un poco empolvada la humanidad.

Me quedo con esa idea, con la de que este periodo se convierte en una oportunidad masiva de REEDUCARNOS en la HUMANIDAD, al sensibilizarnos y pensar en nosotros para volver a pensar en los demás.




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